-¿Y acaso tendría razón alguno de ellos? -inquirió el chico, acostumbrado a sus improductivos rodeos- ¿O acaso es una divagación sobre uno y otro extremo, en la reflexión más banal, colateral e involuntaria que podría derivarse de un gesto de autocompasión o duda propia?
La chica le miró con dureza y aún esperó un poco antes de responer. Él no se achantó y continuó mirándola con cierta expresión que se movía entre lo burlesco y lo memo.
-Te burlas de mí -replicó ella pausadamente- y bien me está, porque al cabo, quien responde con preguntas complicadas a preguntas sencillas, como tú has dejado caer, se mueve entre lo más banal de lo banal para tratar de confundir y que parezca que no dice más que verdades cargadas de aplomo, lo que en general suele ser bervorrea barata y, de nuevo, banal... como todo al fin y al cabo -añadió con una voz afectada- cuando yo me despierto pensando por qué hago lo que hago, tras despertar de algún sueño que tras de sí solo deja lágrimas en los ojos, a menudo pienso que hago lo que hago porque soy como soy. Y lo único que soy es un monstruo. Respiro, como y bebo como una persona, y como tal me canso, hablo y necesito afecto, y tengo un par de piernas y un par de brazos, ¿Y qué? Hay entre los hombres monstruos más horribles que cualquier horripilancia extraña de las que vagan por los cenagales, y ellos, más parecidos y cercanos a nosotros, pueden cometer amenudo las peores dichas jamás pensadas, ¿Por qué? Probablemente porque les falte algo, aunque tenga dos brazos y dos piernas y una cabeza como nosotros. Probablemente les falte el sentido común o la empatía, o acaso la humanidad entera, no lo se. Lo que se es que, en lo que más se parecen a una persona normal, es que si les rajas la tripa sangran y se mueren. Yo no soy menos monstruo que ellos, porque es lo que me enseñaron a ser.
>>Cuando era pequeña, fui aprendiendo con el tiempo muchas cosas... A ignorar mis caprichos, a no sucumbir a las tentaciones, a ser calculadora e infalible , a mantenerme firme en mis objetivos... por banales que fuesen. Y lo que se aprende, si se aprende bien, con el tiempo se perfecciona y se automatiza. Y ¿Qué queda de un humano al que enseñas a inhibir todo lo que siente? pues exactamente eso... un autómata, uno de esos que se mueven entre las personas y si les rajas la tripa se sangran y se mueren como ellas, pero que no es capaz de sentir, ni tiene un sentido común como tal, sino, a lo más, uno propio distorsionado. Y entonces, cuando asumes cómo eres y en lo que te convierte ello, sólo entonces, piensas que quizá la dedicación casi absoluta a lo largo de la vida, el esfuerzo y el riesgo permanente, lo llevas a cabo únicamente por esa misma razón: No es porque sea una persona excepcional, sino porque soy una tremenda e inmensa monstruosidad.
El chico no la interrumpió. Se había quedado inmersa en sus propios pensamientos, se mordisqueaba insistentemente el labio inferior; sabía que aun le quedaba más por decir.
>>Y para colmo de males -continuó tras una pausa dubitativa- en cuanto a monstrosidades se refiere, una que no necesita ni siente, es probablemente la más banal de las banales.
Los Ecos de La Venganza
Carlos Garrido